Oficial y Caballero.
16 de abril de 2007.
Ser una apasionada de viejos periódicos del siglo XIX, me permite, de vez en cuando, descubrir personajes interesantes que de un modo u otro han estado vinculados a la ciudad de Guadix.
Esto me ocurrió al leer un ejemplar de “La Ilustración Española y Americana” de 1886, en el que se da cuenta del fallecimiento, en Madrid, del Teniente General del Ejercito, don Antonio del Rey Caballero. Un brillante militar que también hizo carrera política, ocupando escaño en el Congreso de los Diputados, cartera de ministro de la Guerra con Sagasta y cargo de senador vitalicio.
Había nacido en Valladolid en 1814. Joven, descubrió su pasión por la vida castrense, ingresando en el ejercito en 1837 con el grado de Subteniente de Milicias, pasando después a Primer Regimiento de Granaderos de la Guardia Real Provincial, y luego al Segundo Regimiento de la Guardia Real de Infantería.
A las ordenes del General Espartero participó en la Primera Guerra Carlista, un conflicto civil entre los seguidores de Carlos de Borbón, hermano de Fernando VII, partidarios de un régimen absolutista; y los fieles de Isabel II, de tendencias liberales, llamados cristinos por apoyar a la Reina Regente Maria Cristina. En la batalla de Peñacerrada (Álava), librada en los últimos días del mes de Junio de 1838, frente a los hombres del General Juan Antonio Guergué, vencen las fuerzas liberales, nuestro protagonista tiene un papel muy destacado, por lo que es condecorado con la “Cruz Laureada de San Fernando”. Es la más preciada distinción militar española al valor heroico. Se otorga como recompensa a acciones o servicios militares, con inminente riesgo de la propia vida, en servicio de la Patria, o de la paz y seguridad de la Comunidad Internacional. Pueden recibirla los miembros de las Fuerzas Armadas Españolas, la Guardia Civil (cuando realicen actividades de carácter militar) y civiles que presten servicio en las anteriores. Su prestigio y categoría vienen avalados por las rigurosas exigencias para iniciar el expediente de concesión, ya que en su reglamento establece, entre otras consideraciones, que el hecho realizado no este originado por el propósito de salvar la vida, o por ambición impropia y desmesurada que pueda conducir al interesado o a las fuerzas de su mando a un riesgo inútil o excesivo.
Su vida militar le condujo a participar en la sofocación del movimiento revolucionario de Barcelona en 1856; diez años después, mandando una brigada de ejercito de Castilla la Nueva, combatió la insurrección de Madrid, donde debía someter a los artilleros sublevados en la Plaza de Santo Domingo, lo que consiguió y por ende la felicitación personal del Presidente del Gobierno O^Donnell; en 1868 formó parte del ejercito de Andalucía al mando de Francisco Serrano, Duque de la Torre, concurriendo a la guerra de Alcolea como Comandante General de la Segunda División del mismo.
En este año estalló la sublevación de septiembre. Iniciada por el almirante Topete en Cádiz, a su pronunciamiento militar se unieron rápidamente diversas zonas del país, provocando la huida de Isabel II a Francia. La "Revolución Gloriosa" había triunfado con gran facilidad en el país. A raíz de ella resurgieron las llamadas Milicias Nacionales, que ahora se denominaran Voluntarios de la Libertad, como medio de defensa de la revolución. Unidos en el mismo combate el movimiento obrero y la burguesía, parecía tratarse de una explosión nacional con un mismo entusiasmo. Sin embargo, pronto surgieron las desavenencias. En ese momento el General Rey se hizo cargo de la Capitanía General de Granada, y le fue encargada la misión de desarmar y desmantelar la estructura de las Milicias. Al contrario de lo que ocurrió en otros lugares, en Guadix el proceso se desarrolló de forma pacífica gracias a las dotes diplomáticas de don Antonio.
Poco después se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes y al año siguiente se aprobó la más radicalmente liberal de las constituciones del siglo XIX: soberanía nacional, sufragio universal para varones mayores de veinticinco años, monarquía democrática con poderes limitados, división de poderes, libertad de cultos religiosos…
Nuestro General permaneció en la provincia hasta el mes de abril de 1871, momento en que decide iniciar su carrera política consiguiendo acta de Diputado a Cortes.
La vinculación con nuestra ciudad de este cumplido caballero y bizarro militar, fue su declaración de Hijo Adoptivo por el Ayuntamiento. Era una manera de agradecerle los servicios que prestó a la causa del orden en 1869, donde no hubo que registrar ningún incidente de gravedad, a pesar de lo revuelto de los tiempos.
16 de abril de 2007.
Ser una apasionada de viejos periódicos del siglo XIX, me permite, de vez en cuando, descubrir personajes interesantes que de un modo u otro han estado vinculados a la ciudad de Guadix.
Esto me ocurrió al leer un ejemplar de “La Ilustración Española y Americana” de 1886, en el que se da cuenta del fallecimiento, en Madrid, del Teniente General del Ejercito, don Antonio del Rey Caballero. Un brillante militar que también hizo carrera política, ocupando escaño en el Congreso de los Diputados, cartera de ministro de la Guerra con Sagasta y cargo de senador vitalicio.
Había nacido en Valladolid en 1814. Joven, descubrió su pasión por la vida castrense, ingresando en el ejercito en 1837 con el grado de Subteniente de Milicias, pasando después a Primer Regimiento de Granaderos de la Guardia Real Provincial, y luego al Segundo Regimiento de la Guardia Real de Infantería.
A las ordenes del General Espartero participó en la Primera Guerra Carlista, un conflicto civil entre los seguidores de Carlos de Borbón, hermano de Fernando VII, partidarios de un régimen absolutista; y los fieles de Isabel II, de tendencias liberales, llamados cristinos por apoyar a la Reina Regente Maria Cristina. En la batalla de Peñacerrada (Álava), librada en los últimos días del mes de Junio de 1838, frente a los hombres del General Juan Antonio Guergué, vencen las fuerzas liberales, nuestro protagonista tiene un papel muy destacado, por lo que es condecorado con la “Cruz Laureada de San Fernando”. Es la más preciada distinción militar española al valor heroico. Se otorga como recompensa a acciones o servicios militares, con inminente riesgo de la propia vida, en servicio de la Patria, o de la paz y seguridad de la Comunidad Internacional. Pueden recibirla los miembros de las Fuerzas Armadas Españolas, la Guardia Civil (cuando realicen actividades de carácter militar) y civiles que presten servicio en las anteriores. Su prestigio y categoría vienen avalados por las rigurosas exigencias para iniciar el expediente de concesión, ya que en su reglamento establece, entre otras consideraciones, que el hecho realizado no este originado por el propósito de salvar la vida, o por ambición impropia y desmesurada que pueda conducir al interesado o a las fuerzas de su mando a un riesgo inútil o excesivo.
Su vida militar le condujo a participar en la sofocación del movimiento revolucionario de Barcelona en 1856; diez años después, mandando una brigada de ejercito de Castilla la Nueva, combatió la insurrección de Madrid, donde debía someter a los artilleros sublevados en la Plaza de Santo Domingo, lo que consiguió y por ende la felicitación personal del Presidente del Gobierno O^Donnell; en 1868 formó parte del ejercito de Andalucía al mando de Francisco Serrano, Duque de la Torre, concurriendo a la guerra de Alcolea como Comandante General de la Segunda División del mismo.
En este año estalló la sublevación de septiembre. Iniciada por el almirante Topete en Cádiz, a su pronunciamiento militar se unieron rápidamente diversas zonas del país, provocando la huida de Isabel II a Francia. La "Revolución Gloriosa" había triunfado con gran facilidad en el país. A raíz de ella resurgieron las llamadas Milicias Nacionales, que ahora se denominaran Voluntarios de la Libertad, como medio de defensa de la revolución. Unidos en el mismo combate el movimiento obrero y la burguesía, parecía tratarse de una explosión nacional con un mismo entusiasmo. Sin embargo, pronto surgieron las desavenencias. En ese momento el General Rey se hizo cargo de la Capitanía General de Granada, y le fue encargada la misión de desarmar y desmantelar la estructura de las Milicias. Al contrario de lo que ocurrió en otros lugares, en Guadix el proceso se desarrolló de forma pacífica gracias a las dotes diplomáticas de don Antonio.
Poco después se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes y al año siguiente se aprobó la más radicalmente liberal de las constituciones del siglo XIX: soberanía nacional, sufragio universal para varones mayores de veinticinco años, monarquía democrática con poderes limitados, división de poderes, libertad de cultos religiosos…
Nuestro General permaneció en la provincia hasta el mes de abril de 1871, momento en que decide iniciar su carrera política consiguiendo acta de Diputado a Cortes.
La vinculación con nuestra ciudad de este cumplido caballero y bizarro militar, fue su declaración de Hijo Adoptivo por el Ayuntamiento. Era una manera de agradecerle los servicios que prestó a la causa del orden en 1869, donde no hubo que registrar ningún incidente de gravedad, a pesar de lo revuelto de los tiempos.