lunes, 2 de junio de 2008

¿Sexo chocolate?





¿Sexo o chocolate?

10.5.2004

Si hay algo que me reconforta cuando estoy triste o preocupada es una taza de chocolate caliente cubierto con una nube de nata montada. Me gusta espeso, en su justo punto de dulzor y con ese maravilloso color que me permite pasar a otra dimensión, como si fuese absorbida por un agujero negro del espacio infinito. El aroma que desprende me obliga a cerrar los ojos y abrir las cajas de los mejores momentos de mi vida. Y su sabor… es un estallido de sensaciones. Como es natural, algo que sienta tan bien a mi espíritu, se coloca sobre mis caderas, con lo cual termina produciendo un cierto efecto rebote que me provoca remordimientos, aunque no los suficientes como para dejar de recurrir a ese dulce salvavidas.
Este remedio se lo aplico a mis amigas cuando les da el bajón emocional y vienen a casa buscando refugio. Nos sentamos alrededor de la mesa de la cocina y nos automedicamos con ese remedio tan calórico y económico.
La semana pasada les pregunté si preferían el sexo o el chocolate. La verdad es que se quedaron pensativas y después de llevarse a la boca un par de cucharadas y paladearlas parsimoniosamente empezaron a responder. Podrás estar o no de acuerdo, en cualquier caso te agradeceré que me des tu opinión, ya sea por correo electrónico, por el postal de toda la vida o cuando me veas por la calle, pero me interesa tu opinión.
Una razón muy importante para optar por el chocolate es que lo puedes consumir en cualquier momento y lugar, incluso delante de tus padres, sin ponerte colorada. Yo no puedo estar de acuerdo, porque si mi madre me ve comer chocolate frunce el entrecejo y aprieta la comisura izquierda de su boca, un gesto que no admite dudas sobre la desaprobación de mi conducta.
Otra razón es que está igual de bueno hecho a la taza o mordisqueado en pastillas ya sea el blanco o el negro, el de almendras o el de arroz inflado, el con leche o el amargo...
Cuando dejas que te penetre entre el pecho y la espalda, tus vecinos no agudizan el oído (como si de una antena parabólica, que todo lo capta, se tratara) para no perderse el mínimo detalle. Y esto es un punto a favor del chocolate que no te hará protagonista de los chistes en la reunión de la comunidad, donde se comentará tus hábitos sexuales, y es que desde que a los arquitectos les ha dado por diseñar casas en las que los cabeceros de la cama de matrimonio del tercero A se acopla con el del tercero B, ya no hay intimidad en el sexo.
El tamaño no importa, lo mismo te comes un trocito pequeño, que cuatro onzas... ¡no te rías! que estoy hablando del chocolate, lo que de verdad importa es el inmenso placer que te proporciona.
Después de endulzarse la boca con este precioso tesoro hasta derretirlo y fundirlo, nadie necesita quedarse dormido abrazado al trozo de papel que lo viste y presenta en sociedad, con él se puede hacer una bola y dársela al perro para que se entretenga un ratito.
Tomar chocolate tiene importantes ventajas para la salud, respecto a la práctica del sexo, en lo que respecta a la transmisión de enfermedades sexuales, porque está científicamente demostrado que con el primero no estarán cerca de ti ni el sida, ni la gonorrea, ni la sífilis y por supuesto esos bichitos que pican y pican y que se han bautizado como ladillas. Por consiguiente el uso del preservativo es absolutamente innecesario.
Y lo definitivo es que para recibir el placer del chocolate en tu maravilloso cuerpo no importa la edad, ni el peso, ni la talla, ni la celulitis, ni la menopausia, ni la andropausia, ni haber padecido la polio, ni el sarampión, ni las paperas, ni tener cataratas, ni ser miope. Solo quedarán excluidas aquellas personas que por prescripción facultativa no puedan deleitar sus sentidos, y en esto se iguala al sexo.
Aunque después de todos estos razonamientos volvimos a quedarnos pensativas… Al fin y al cabo ¿a quien le amarga un dulce? Y aunque nos gusta el chocolate, preferimos un envolvente abrazo que nos lleve a descorchar fuertes emociones y compartir un diluvio de risas.