domingo, 8 de junio de 2008

La Perla de Occidente






La Perla de Occidente.
20 de noviembre de 2006.

No sé si las personas que han diseñado la nueva imagen de la Gran Vía granadina y han decidido embellecerla con ejemplares de Gingko Biloba, sabían que era el árbol preferido de la genial Elena Martín Vivaldi. El año próximo se celebrará el primer centenario de su nacimiento, y queriendo o sin querer, con esta remodelación se le rendirá un merecido homenaje. Caminando, imaginaba lo radiante que estará en los venideros otoños, cuando kilómetros de paseo estén vestidos del amarillo de las hojas que permanecen en la copa de los árboles, los mismos que hace millones de años poblaron extensas zonas del planeta. Nuestra poetisa decía: te quisiera ver de amarillo eterno, que derrama su luz a los balcones, donde llama tu otoño con voz de primavera.
Entregada estaba a estos pensamientos mientras me dirigía a la Galería Granada Capital, en el número 13 de esta avenida. Había sido invitada a la inauguración de la exposición titulada “La Alhambra miope” y dado que el pintor que firma los cuadros es el más querido para mí, estaba deseosa por poder conocer su nueva creación.
Me fascina este Patrimonio de la Humanidad en el que manos llenas de maestría crearon uno de los escasos escenarios del mundo, en los que podemos soñar sin esfuerzo: deliciosos y frescos jardines; zócalos alicatados de colorida cerámica vidriada; finísima yesería de mocárabes tridimensionales; cúpulas ataujeradas; caladas celosías; epigrafía con la divisa de los reyes nazaríes, "Solo Allah es vencedor", pasajes del Corán y versos de los poetas Ibn al-Yayyab, Ibn al-Jatib, Ibn Zamrak y Ibn Furkún; y espejos de agua que relejan el cielo en sus albercas. Perfecta armonía que se basa en el rígido sistema geométrico del círculo, el cuadrado y el triángulo equilátero.
Al entrar en la sala noté una agradable temperatura física y emocional. Había muchísima gente, amistades, compradores, familia, admiradoras, colegas… y Maribel. Socram me recibió con un caluroso e intenso abrazo, de esos que solo saben dar quienes no temen a los sentimientos, de esos que solo quienes sienten palpitar su corazón pueden compartir, de esos que recibes con el alma abierta de par en par porque te llenan de energía positiva.
Dirigí mis ojos a las paredes para buscar el color. Enseguida recordé las palabras del más brillante poeta de la Alhambra, Ibn Zamrak: “La Sabika es una corona sobre la frente de Granada, en la que querrían incrustarse los astros. Y la Alhambra (¡Dios vele por ella!) es un rubí en lo alto de esa corona”. Ante mí se descubría “La Perla de occidente”. Un detalle de la Torre de Comares y el patio de los Arrayanes que es toda una síntesis de la felicísima armonía entre la arquitectura, el agua y la vegetación. Esta obra es la representación del paraíso de los sentidos. Socram capta perfectamente sus vibraciones y coloca sobre la tabla los colores maravillosos que solo él fabrica, porque como dice Antonio Enrique, es el “maestro del Arco Iris”.
“Alhambra Whisky” es un cuadro que puede dejarte extasiada, ante él se pierde la conciencia del presente y sientes un especial deleite. Cuando lo miro tengo el convencimiento de que en esa pintura se encuentra atrapado el preciso instante en que ocurrió un prodigio. Creo que por una vez se ha podido representar el hallazgo del verdadero amor, el encuentro sincero de dos corazones, que en ese momento producen una luz y una energía que traspasa los muros de los palacios, y que sin dejar de tener los pies sobre el verde del bosque, busca horizontes más amplios, quizá cerca de las estrellas.
Decía Emilio García Gómez que “La Alhambra pervive porque la ha defendido la más adhesiva fuerza que radica en los seres humanos. La ha conservado el amor…” Sin lugar a dudas que artistas, del talento de Socram, la reinterpreten constantemente, hace buena esta reflexión y para muestra están los cuadros titulados “Recuerdos desde el Peinador de la Reina”, “Suena la Vela”, o “Latidos de la muralla”, y en el paseo que nuestros sentidos hacen por la exposición podemos notar el arrullo del agua y soñar con un paraíso lejano e inasequible…
Me despediré de esta Alhambra soñada por Socram parafraseando a Washington Irving:" Los bosquecillos y jardines que rodean la ciudad se hallaban ricamente dorados por el brillo del sol, y la purpúrea bruma de la noche otoñal se cernía sobre la Vega; todo era hermoso, pero igualmente tierno y triste a mi mirada de despedida. Me alejaré de este paisaje -pensé- antes que el sol se ponga. Me llevaré conmigo un recuerdo envuelto en toda su belleza"