miércoles, 11 de junio de 2008

Toda mujer debe tener...








Toda mujer debe tener…
15.3.05.

En ocasiones nos planteamos la importancia de “ser” y surge el eterno debate entre el ser y el tener a que nos vemos abocadas en esta sociedad consumista en la que vivimos.
Sobre el asunto hablábamos un grupo de amigas y concluimos que es imprescindible que las mujeres, además de ser un todo en nosotras mismas y no la mitad de otro, deberíamos poseer algunas cosas que conformarían el equipaje de nuestras vidas.
Consideramos fundamental haber tenido un primer amor, que cuando pasan los años se convierte en un viejo amor, al que podamos regresar en nuestros sueños… y otro, que nos permita comprender lo lejos que hemos llegado.
Cuando hablamos de sentimientos, las mujeres nos dejamos atrapar con gran facilidad por los afectos, porque nos enseñaron que eran para toda la vida, por eso es muy importante que adquiramos habilidades que nos proporcionen el valor necesario para alejarnos cuando al fin nos damos cuenta de que no nos aman.
Lógicamente tomar decisiones tan trascendentales exige que dispongamos de la libertad económica para marcharnos y alquilar un lugar propio, incluso si nunca llega a ser necesario.
Es importante contar con una etapa de juventud que dejar atrás con gusto, de tal manera que no revivamos esos días de nuestra vida con nostalgia, porque no siempre cualquier tiempo pasado fue mejor.
En contra de lo que defienden personajes “del colorín” para las princesas, cualquiera de nosotras ha de tener un pasado suficientemente rico en experiencias, como para saber lo que queremos y para poder ser contado cuando lleguemos a una edad avanzada.
Y es precisamente la certeza de que llegaremos a ser venerables ancianas, por lo que acumularemos el capital necesario para no depender de nadie, y que por ese patrimonio los parientes nos mimen:“por el interés te quiero Andrés”. Para ello nos buscaremos un trabajo que, de ser posible, nos resulte creativo y satisfactorio, y si no es así nos conformaremos, provisionalmente, con lo que se ponga a nuestro alcance, al fin y al cabo el trabajo dignifica (aunque tengo una amiga a la que no le gusta su empleo y termina la frase “y hace rico al patrón”).
Es una ayuda inapreciable, para gozar de buena vida, contar con la amistad de alguien que siempre nos haga reír… y de alguien que nos acerque un hombro para permitirnos llorar a moco tendido cuando nos sentimos tristes, abatidas e impotentes.
Una vez resuelto el tema de las posesiones en lo afectivo y lo pecuniario, debemos dilucidar la necesidad de otras posesiones que pueden ser transcendentales en nuestra vida, y que a pesar de su apariencia puramente material nos ayudarán a crecer como personas
Es el caso de la caja de herramientas con taladro, tacos, alcayatas, cáncamos, destornillador, martillo… para colgar en las paredes de casa lo que nos dé la gana, donde deseemos y con la simetría que nos apetezca.
Adquiriremos un hermoso mueble que ocupe el espacio más fantástico del hogar, es importante que en él se refleje nuestra personalidad y que no haya pertenecido a nadie de la familia.
Dispondremos de vajilla y cubertería, para al menos ocho comensales, un bonito juego de copas y la receta para preparar una cena que se convierta en la excusa perfecta para sentirnos felices compartiendo una velada de agradable charla en buena compañía.
Un álbum de fotografías, una caja llena de viejas cartas, libros en los que refugiarnos sintiéndonos seguras, música con la que dar rienda suelta al deseo de movimiento corporal y películas románticas e intrascendentes para tumbarnos en el sofá, forman parte del inventario.
Para los momentos de crisis necesitamos unas delicadas tazas de porcelana para verter el chocolate espeso y caliente, y una barra de labios.
Camisones de tejidos suaves que nos acaricien el cuerpo durante la noche, cuando al fin llega el merecido descanso, sábanas de algodón que huelan a limpio y toallas como nubes, harán nuestra vida más agradable.
Y como complemento debemos poseer una dirección postal o electrónica para recibir y enviar palabras de aliento; una rutina del cuidado de la piel, un plan de ejercicio y un proyecto para afrontar aquellas facetas de la vida que no mejoran cuando se supera la barrera de los treinta años. Finalmente, y rodeadas de nuestras cosas, nos emplearemos con entusiasmo en aquellos aspectos que sí mejoran cuando tienes “taitantos”, con el objetivo de respetarnos, querernos y ser felices.