domingo, 8 de junio de 2008

Mujer a la que la Luna puso un arpa por sonrisa.




Mujer a la que la Luna puso un arpa por sonrisa
21 de Febrero de 2006.

Hoy dedico este espacio a una persona que conocí en algún momento del milenio pasado. No pienses que se me ha ido la cabeza y no sé lo qué te estoy contando. Tampoco te hagas una idea equivocada sobre posibles paseos de mi cuerpo y de mi mente por el tiempo y el espacio. Es algo tan sencillo como que gusto de regalarme el oído recordando que he tenido la fortuna de vivir no solo un cambio de siglo, si no también un cambio de milenio, y eso me permite, al igual que a ti, sentirme una privilegiada, porque muchas generaciones que nos precedieron y otras que nos sucederán no podrán vivir esta experiencia ni utilizar esta expresión.
Mediados los años ochenta me recomendaron su novela “La armónica montaña”. He de reconocer que la lectura me resultó difícil, yo lo achaco a la poca edad y a la mente distraída. Sin embargo hoy lamento haberla prestado a una persona sin escrúpulos que no me la devolvió.
Volví a saber de él una agradable noche de verano de 1989, había recibido el encargo de invitar a la ciudadanía a participar en la fiesta grande pronunciando el pregón de Feria, estrenó escenario en la Plaza de la Constitución e inundó el aire con su varonil voz cargada de sentimiento y un pronunciamiento valiente.
Cambiamos de década y con la llegada de los noventa el ayuntamiento de Guadix, dentro de su Colección de Temas Accitanos publica “Cuentos del Río de la Vida”. Me encanta la historia titulada “Dulce Paris”. Me inspiran confianza las personas que muestran ternura con los animales.
Durante muchos años coincidimos en actos públicos o reuniones de amistades comunes en torno a una taza de té, pero con cierta distancia, yo creo que incluso observándonos de reojo. Hasta que nos embarcamos en el proyecto de poner nombres de mujer a treinta y tres calles de la ciudad. Fue entonces cuando pedí su colaboración y no se hizo de rogar. Recuerdo alguna larguísima conversación, de esas para las que no sueles encontrar interlocutor, en la que los temas salían enlazados como de una fuente llena de cerezas. Fueron muchas e interesantes las sugerencias que hizo y una de ellas nos llevó a nombrar “La Molinera” a la calle que confluye con “El Corregidor”. De aquel encuentro tengo perfectamente fresco el aroma a tabaco de pipa, él acariciaba la cazoleta de su cachimba, con la misma parsimonia con que un niño lo hace con la esquina de su almohada, tuve la impresión de que le proporcionaba cierta seguridad, y que aprovechaba el instante preciso de aspirar el fragante humo del tabaco para ordenar algunas ideas.
Después leí “Kalaát Horra, tres mujeres en un castillo solas”, y así conocí a Mencía de Mendoza, Ana de Austria y María de Mendoza. Con esta lectura me acerqué al conocimiento de parte de la historia de la comarca, me permitió entender mejor algunos perfiles del carácter y las costumbres de nuestras gentes. Y por su dedicatoria sé que nos encontramos ante una persona a la que no le escuece reconocer los méritos de sus maestros.
En septiembre de 1999, justo cuando nos disponíamos a despedir el milenio, decidió coger el toro por los cuernos y embarcarse en la arriesgada aventura de un proyecto en el que la materia prima son la inteligencia y las ideas, nacía el Aula Abentofail de Poesía y Pensamiento. Su constante esfuerzo nos ha proporcionado a las personas asiduas a ella momentos inolvidables y un importante bagaje intelectual que no sé si seremos capaces de agradecerle. Hubo un primer intento en el año 2001 cuando se le entregó el tótem de la ciudad para reconocer sus aportaciones para mantener alto el listón del trabajo intelectual.
El año pasado Fernando y yo decidimos conocer el principal monumento de Granada descifrando todos sus secretos, realizamos visitas guiadas con profesores y profesoras de la Universidad, pero lo que de verdad nos ayudó fue su libro “Tratado de la Alhambra hermética”. Me apasiona el capítulo dedicado a la bóveda de siete cielos que cubre el Salón del Trono del Palacio de Comares. La tercera edición está ahora en la calle con una fantástica portada de su siempre amigo Socram.
Si sus cuentos, novelas o ensayos son magníficos, los libros de poemas son delicados y sugerentes. Me estimula “Retablo de Luna”, de ahí he tomado el título de esta colaboración.
Estos días acaban de llegar a las librerías “Los suavísimos desiertos” y “Viendo caer la tarde”. Gracias Antonio Enrique por regalarnos tu tiempo, compartir tus pensamientos y permanecer inasequible al desaliento.