martes, 10 de junio de 2008

Palabras que cabalgan en miradas





Palabras que cabalgan en miradas.
5 de junio de 2007.

Vivimos tiempos de prisas, de querer reducirlo todo a la mínima expresión, exigimos poder realizar cualquier cosa en el acto y con el mínimo esfuerzo, y apenas prestamos, a cuanto nos rodea, un instante de atención.
En según qué circunstancias esto es algo reprobable, por ejemplo a la hora de preparar un buen arroz en el fuego, cuando se besan los labios que se aman, cuando se cuida a la carne de tus entrañas…Sin embargo no seré yo quien condene todo lo efímero al ostracismo, por el contrario hoy quiero hacer una defensa a ultranza de las cosas que duran poco.
Para empezar creo sinceramente que lo efímero puede ser infinitamente duradero: por ejemplo esos segundos en los que, dando de mamar a mis hijos, me miran seguros y satisfechos, y esa breve mirada forma parte para siempre del tesoro de emociones que sostienen mi vida.
La lectura de un artículo, sobre la cuevas de nuestra ciudad, en un suplemento dominical, hace que un fotógrafo vasco revuelva Roma con Santiago para localizar mi número de teléfono, y se plante en Guadix para que le guíe por mis rincones favoritos entre cerros y veredas. Así conservo instáneas que fijan una sonrisa a una dorada puesta de sol.
Quizá no puedan ver nuestros ojos bellezas naturales tan espectaculares como el brillo de una estrella fugaz en la noche oscura de nuestro cielo, o los impresionantes colores del arco iris después de la apabullante tormenta. Y es ese preciso instante, un abrir y cerrar de ojos, lo que hace que esas visiones sean tan entrañables, y que se queden impresas en nuestra memoria, aunque recibamos ese regalo de la naturaleza una sola vez.
Si hay algo que me seduce es pensar que, cuando nado en el mar, cada ola que supero o me supera, es única e irrepetible y que después de tocarme se desintegrará en la orilla, al abrazo cálido de la arena tostada por el sol. De igual forma no podemos bañarnos dos veces en el mismo río, porque en la segunda ocasión el agua del primer baño estará cerca del mar.
Que lo efímero es fascinante se verifica en la cantidad de tiempo que debo invertir cuidando mi plantación de bulbos de freesias, para que en un abrir y cerrar de ojos se abran las flores, y mucho antes de lo que yo quisiera, se sequen y se desintegren, permaneciendo solo en mis recuerdos su formas de campalilla, sus brillantes colores y su dulce aroma. Pero esos días de deleite compensan sobradamente el esfuerzo.
Me maravilla la cantidad de información que procesa nuestro cerebro con una brevísima pasada por el cuerpo de la persona que tenemos enfrente, en segundos tomamos opinión y decidimos si formará parte de nuestros amores o de nuestros odios.
He de reconocer que siento una envidia, no sé si sana o malsana, de las luciérnagas, esos insectos coleópteros de cuerpo blando en el que las hembras carecen de alas pero están dotadas de un órgano fosforescente, admiro en ellas que, siendo seres diminutos, alcancen a brillar con una intensa luz propia. Y ese sentimiento se agudiza más cuando escucho al poeta guatemalteco Raúl González decir que la poesía es una concentración de luciérnagas capaz de iluminar el mundo. Toma como ejemplo estos versos: cuenta tus noches por estrellas, no por sombras/ cuenta tu vida por sonrisas, no por lágrimas/Y para tu gozo en esta vida/ cuenta tu edad por amigos, no por años.
Y es ahora cuando tomo conciencia de que todas mis palabras forman parte de lo efímero. Es verdad que en sí mismas son bellas, sonoras, contundentes, sutiles, evocadoras, provocadoras, inútiles… pero siento una atracción fatal por las muchas posibilidades de transmitir ideas que ofrece sumar unas letras con otras, y he de reconocer que me atraen su misterio y su esencia. Son capaces de provocar un pestañeo en tu pensamiento, de darle una vuelta de rosca a tus emociones, de transformar el color del instante en que me lees, y creo que es por eso por lo que sigo escribiendo letras negras sobre fondo blanco.
En cualquier caso, lo duradero debe ser el optimismo, la esperanza, la lealtad, la curiosidad, la amistad, el amor… esta palabra solitaria cabalgando en una mirada, que es efímera en su pronunciación, pero imprescindible para que sintamos la esencia de nuestra vida. Y así, aunque buscamos lo eterno, no podemos evitar dejarnos seducir por lo efímero.