domingo, 18 de mayo de 2008

Atravesamos un bosque de símbolos






Atravesamos un bosque de símbolos.

18 de agosto de 2006.

El sociólogo británico Herbert Spencer observó que las modas ganan terreno cuando lo pierden las costumbres ancestrales. Moda es sinónimo de cambio y de evolución, pero también de efímero y pasajero; es un fenómeno de expresión y comunicación social, encorsetado en dos polos: el de quienes crean y diseñan y el de quienes consumen. Pero determinadas prendas, adornos o abalorios no pueden ser únicamente explicados como un producto de moda, ni por su valor práctico, ni siquiera por el estético; hay que añadirles su valor simbólico, como representación, alegoría o atributo de un fenómeno superior.
Baudelaire fue un precursor del simbolismo en la poesía, un movimiento que surge como reacción al naturalismo y que aspira a sugerir cosas mediante imágenes y decía “el hombre atraviesa un bosque de símbolos”.
Y hoy quiero que reflexionemos sobre el simbolismos de elementos que siempre están de moda.
Comencemos por el cuello. Todos los adornos y abalorios que se colocan sobre él (collares, torques, gargantillas, cadenas, cordoncillos…) son símbolos de unión, ligadura o sumisión a persona o institución. Las cuentas de un collar o los eslabones de una cadena marcan la unificación de los diverso; lo continuo frente a lo desunido y desmembrado. Los adornos del cuello aparecen en todas las culturas y desde todos los tiempos, y han sido utilizados indistintamente por hombres y mujeres. Es probablemente el adorno más antiguo y más universal; utilizado en la mayoría de los casos como amuleto y con propiedades mágicas. Entre los cristianos es común utilizar cadenas de las que penden cruces, vírgenes o santos, son como hilos espirituales, cordones umbilicales que unen a la persona con el ser superior. En el plano cósmico era una cadena la que unía el Cielo y la Tierra en símbolo de concordia y alianza.
Vamos a los brazos. En ellos solemos colocar pulseras. La pulsera se coloca donde se toma el pulso, en la muñeca. Y su uso procede de una antigua costumbre por la que a las personas enfermas se les ponían unan vendas sobre el pulso sosteniendo unas veces plantas medicinales y otras cataplasmas o ungüentos, que siempre provocaban alivio. De ahí derivó la costumbre de enrollar cintas, metales y ramas sobre las muñecas a modo de pulseras, con un claro sentido mágico o fetichista que aún no ha desaparecido.
Seguimos hasta los dedos, lugar donde colocamos los anillos. Estos representan el círculo perfecto. Aluden al compromiso total, a la duración eterna. Las alianzas, como anillos de los desposorios, tienen un claro significado de unión, tanto para sellar la vinculación matrimonial de la pareja como el compromiso espiritual en la vida religiosa. Hay anillos que certifican el compromiso, suelen ser los hombres quienes se los regalan a las mujeres, hace unos años se regalaban pulseras, pero ya se sabe: ¡Un diamante es para siempre!. El resto de los anillos significan el ciclo cerrado, que todo está bajo control, que nos sentimos bien con nosotras o nosotros mismos y con cuanto nos rodea y no se precisa segunda ni tercera persona para adquirirlo.
Y llegamos a los pies. Algunos autores consideran esta parte de nuestra anatomía como el símbolo del alma y del raciocinio, al permitir a la persona mantenerse erecta frente al resto de los animales. Es uno de nuestros rasgos más característicos, es el que deja huella, el que nos permite mantenernos derechos en el sentido físico y espiritual. La vestimenta del pie es el calzado, y en términos generales y entre las culturas más antiguas, el calzado simboliza la libertad frente al esclavo que va descalzo. Los musulmanes entran descalzos en las mezquitas como gesto de humildad. En nuestra Semana Santa se lavan los pies de los parroquianos por los obispos con idéntico significado. En la mitología griega Hermes, dios del comercio y de los ladrones, aquel que robó el carcaj de las flechas a Eros, la espada a Ares, el tridente a Artemisa, el ceñidor a Afrodita y el cetro a Zeus, fue luego perdonado por este y dotado de sandalias aladas con las que se convirtió en su mensajero. Y de esto hemos oído hablar desde la más tierna infancia con cuentos como “La Cenicienta”, “El gato con botas” o “Pulgarcito” donde el calzado tiene una dimensión mágica y benefactora.
Parece evidente que buena parte de los elementos que utilizamos para conseguir un buen aspecto, y que siempre están a la moda, sepámoslo o no, seamos concientes o no, están cargados de connotaciones alegóricas y simbólicas que guardamos en alguna parte de nuestro cerebro o de nuestra alma.