Foto-Graffiando
29.4.08
Bajo la torre de la Catedral un día apareció escrito con spray "La iglesia que más ilumina es la que arde" y eso no era un graffiti, era una pintada. En la Plaza de Abastos hasta hace poco tiempo se veía una pintura realizada por Cruz Roja, con autorización municipal, eso no era un graffiti, era un mural. Hemos observado a pintores ocupados en la rotulación de distintos locales comerciales que, por comodidad, trabajaban con aerosoles, pero no hacían graffitis, eran rótulos.
Paseando por cualquier ciudad, y la nuestra no es una excepción, vemos paredes con inscripciones y dibujos, detrás de los cuales hay algo más que el insulto anticlerical, el mural parido a plena luz del día o el rótulo de un negocio. Hay letras, un personaje, o un icono... Algunas de estas obras tienen fuerza, sin duda, y un proceso fruto de planificación y técnica, y todas poseen un carácter espontáneo. Parecen realizadas con rapidez, probablemente de noche…. Y su contemplación nos interroga ¿Por qué? ¿Estarían autorizadas?¿Son un regalo o una penalización?¿Cuál es la razón de este esfuerzo si se hace desde el anonimato? Verdaderamente detrás de todo esto tiene que haber algo. Porque esto si es graffiti.
La jerga de ese mundo es compleja y estoy aprendiendo: llaman escritor o escritora a quienes graffitean; “tag” es su firma; “taquear” es escribir mensajes; bombardear es pintar por todos los lados; con “toy” denominan a la persona novata...
Graffiti es un término tomado del latín “graphiti”, utilizado en medios académicos internacionales a mediados del siglo XIX, que se popularizó y pasó al inglés coloquial al usarse en periódicos neoyorquinos en los años sesenta.
La costumbre de escribir el propio nombre en lugares públicos es antiquísima, por ejemplo sabemos que los romanos lo hacían en las catacumbas, los canónigos lo hacían en la fachada de Santiago de nuestra Catedral, incluso Tarrago y Mateos dejó su firma en la balaustrada del Castillo de la Calahorra.
El principal objetivo, el que les impulsa, es la necesidad común a cualquier arte: dejar constancia de nuestro paso por la tierra. Pero no se trata sólo de eso, quien realiza graffiti escribe con aerosol en una superficie no permitida convirtiendo sus signos en violencia visual hacia el poder. Si miramos desde otro punto de vista, por ejemplo el de la publicidad, vemos que esta emplea tabúes sociales como el sexo, la violencia o la libertad para suscitar el deseo, el morbo, el ansia de obtener lo prohibido, lo inalcanzable. En la infancia aprendemos a dibujar sobre papel, y es una actividad placentera. Con el tiempo descubrimos mayor placer cuando desobedecemos esta norma, salimos del marco preestablecido y los inocentes dibujos se convierten en signos en violencia visual hacia el poder: padre, madre o maestro. ¿Quién no ha encontrado dibujos infantiles en las paredes o en las tapicerías?
Una de las características más destacadas del graffiti quizá sea la competición. El rollo de “quién pinta más”, “quién lo hace mejor”, “quien pinta en el sitio más alto”... Este espíritu es precisamente el que mantiene vivo el continuo proceso de creación y desarrollo en todos sus aspectos, competir, ir a más, mejorar... En definitiva, evolucionar.
¿Arte o vandalismo? Esta cuestión es un círculo vicioso. El graffiti... ¿Crea o destruye? Es como el dilema filosófico del vaso de agua por la mitad ¿está medio lleno o medio vacío? El graffiti siempre va acompañado de su condición transgresora, extralimitada, destructiva, combativa... en realidad es éste el carácter que constituye su esencia. Un intelectual afirmaba que el graffiti es el grado cero de violencia, el más pequeño vandalismo posible. Efectivamente, un bote de spray no es un arma y quienes escriben graffiti no son terroristas. Debemos acercarnos el graffiti con su esencia de ilegalidad para entender una de sus causas básicas de producción, es un fenómeno simultáneo de creación y destrucción. Por otro lado debemos detenernos en el carácter artístico de este movimiento, la destreza, la técnica o el estilo de quienes escriben es algo que puede tratarse desde un punto de vista meramente pictórico, al margen de ideologías o del lugar simbólico donde esté realizado.
Hay muchos tipos de opiniones. Te dejo para la reflexión la de un viejo escritor parisino que defendía así su postura frente a lo que para él era la belleza del graffiti: Preguntas a alguien ¿te gusta el cantar de los pájaros por la mañana, piensas que es hermoso? y la persona te contestará que sí; luego le preguntas ¿y los entiendes? Responderá que no. Tu le dirás: No hace falta entender algo para considerarlo bello.
29.4.08
Bajo la torre de la Catedral un día apareció escrito con spray "La iglesia que más ilumina es la que arde" y eso no era un graffiti, era una pintada. En la Plaza de Abastos hasta hace poco tiempo se veía una pintura realizada por Cruz Roja, con autorización municipal, eso no era un graffiti, era un mural. Hemos observado a pintores ocupados en la rotulación de distintos locales comerciales que, por comodidad, trabajaban con aerosoles, pero no hacían graffitis, eran rótulos.
Paseando por cualquier ciudad, y la nuestra no es una excepción, vemos paredes con inscripciones y dibujos, detrás de los cuales hay algo más que el insulto anticlerical, el mural parido a plena luz del día o el rótulo de un negocio. Hay letras, un personaje, o un icono... Algunas de estas obras tienen fuerza, sin duda, y un proceso fruto de planificación y técnica, y todas poseen un carácter espontáneo. Parecen realizadas con rapidez, probablemente de noche…. Y su contemplación nos interroga ¿Por qué? ¿Estarían autorizadas?¿Son un regalo o una penalización?¿Cuál es la razón de este esfuerzo si se hace desde el anonimato? Verdaderamente detrás de todo esto tiene que haber algo. Porque esto si es graffiti.
La jerga de ese mundo es compleja y estoy aprendiendo: llaman escritor o escritora a quienes graffitean; “tag” es su firma; “taquear” es escribir mensajes; bombardear es pintar por todos los lados; con “toy” denominan a la persona novata...
Graffiti es un término tomado del latín “graphiti”, utilizado en medios académicos internacionales a mediados del siglo XIX, que se popularizó y pasó al inglés coloquial al usarse en periódicos neoyorquinos en los años sesenta.
La costumbre de escribir el propio nombre en lugares públicos es antiquísima, por ejemplo sabemos que los romanos lo hacían en las catacumbas, los canónigos lo hacían en la fachada de Santiago de nuestra Catedral, incluso Tarrago y Mateos dejó su firma en la balaustrada del Castillo de la Calahorra.
El principal objetivo, el que les impulsa, es la necesidad común a cualquier arte: dejar constancia de nuestro paso por la tierra. Pero no se trata sólo de eso, quien realiza graffiti escribe con aerosol en una superficie no permitida convirtiendo sus signos en violencia visual hacia el poder. Si miramos desde otro punto de vista, por ejemplo el de la publicidad, vemos que esta emplea tabúes sociales como el sexo, la violencia o la libertad para suscitar el deseo, el morbo, el ansia de obtener lo prohibido, lo inalcanzable. En la infancia aprendemos a dibujar sobre papel, y es una actividad placentera. Con el tiempo descubrimos mayor placer cuando desobedecemos esta norma, salimos del marco preestablecido y los inocentes dibujos se convierten en signos en violencia visual hacia el poder: padre, madre o maestro. ¿Quién no ha encontrado dibujos infantiles en las paredes o en las tapicerías?
Una de las características más destacadas del graffiti quizá sea la competición. El rollo de “quién pinta más”, “quién lo hace mejor”, “quien pinta en el sitio más alto”... Este espíritu es precisamente el que mantiene vivo el continuo proceso de creación y desarrollo en todos sus aspectos, competir, ir a más, mejorar... En definitiva, evolucionar.
¿Arte o vandalismo? Esta cuestión es un círculo vicioso. El graffiti... ¿Crea o destruye? Es como el dilema filosófico del vaso de agua por la mitad ¿está medio lleno o medio vacío? El graffiti siempre va acompañado de su condición transgresora, extralimitada, destructiva, combativa... en realidad es éste el carácter que constituye su esencia. Un intelectual afirmaba que el graffiti es el grado cero de violencia, el más pequeño vandalismo posible. Efectivamente, un bote de spray no es un arma y quienes escriben graffiti no son terroristas. Debemos acercarnos el graffiti con su esencia de ilegalidad para entender una de sus causas básicas de producción, es un fenómeno simultáneo de creación y destrucción. Por otro lado debemos detenernos en el carácter artístico de este movimiento, la destreza, la técnica o el estilo de quienes escriben es algo que puede tratarse desde un punto de vista meramente pictórico, al margen de ideologías o del lugar simbólico donde esté realizado.
Hay muchos tipos de opiniones. Te dejo para la reflexión la de un viejo escritor parisino que defendía así su postura frente a lo que para él era la belleza del graffiti: Preguntas a alguien ¿te gusta el cantar de los pájaros por la mañana, piensas que es hermoso? y la persona te contestará que sí; luego le preguntas ¿y los entiendes? Responderá que no. Tu le dirás: No hace falta entender algo para considerarlo bello.