Cóctel para un aspecto maravilloso.
14 de marzo de 2006.
Se dice que las mujeres mayores nos volvemos invisibles. ¿Para quién? Nos vemos cada día, nuestras familias nos ven, o no nos buscarían para que les saquemos de más de un apuro… Luego solo somos invisibles para los hombres. ¿Es necesario que nos miremos en el espejo de los ojos de un varón para poder sentirnos bien? Estoy convencida de que esa es una trampa de la que debemos zafarnos cuanto antes, porque lo importante es que nos reconozcamos en nosotras mismas, que seamos atractivas para nuestro propio corazón, y capaces de sentirnos bien dependiendo solo de nuestro esfuerzo.
Para lograrlo es imprescindible enterrar los estereotipos que relacionan el hacerse mayor con perder capacidades. ¿Si queremos comer con fundamento a quien pediremos que cocine a una mujer de 20 años o la de 60?
El cardenal Spellman dijo: “Las edades del ser humano son: juventud, mediana edad y… tienes un aspecto maravilloso. Lógicamente no se refiere al físico de la modelo que tortura su cuerpo, sino a algo tan sutil como adquirir una personalidad atractiva.
Se me ocurre que para lograrlo debemos elaborar un cóctel. Advierto que la formula resultante deberemos verterla cada mañana en una copa, beberla con deleite y ser constantes en su consumo el resto de nuestras vidas.
El primer ingrediente es interés. Una persona con interés es una persona interesante. Todo cuanto ocurre a nuestro alrededor debe captar nuestra atención. Es importante ejercitar diariamente las facultades del alma: la memoria, el entendimiento, la voluntad, así como la capacidad para relacionarnos con los demás. Simone de Beauvoir recomendaba: fijarnos metas que den significado a nuestra existencia, dedicarnos a personas, grupos o causas; sumergirnos en el trabajo social, político, intelectual o artístico, participar de la vida de los demás a través del amor, de la amistad o de la compasión.
El segundo una disposición optimista. Las mujeres con este talante se adaptan mejor a los cambios que las que ven el lado negativo de las cosas. Debemos aplicar el viejo proverbio que dice “nada es verdad ni mentira, todo depende del color del cristal con que se mira”. Las optimistas para explicar las cosas, cuando son golpeadas por alguna adversidad, tienden a pensar que se trata de un inconveniente pasajero, que su impacto afecta a una faceta concreta y limitada de su vida, y que no es culpa de ellas sino una consecuencia de la mala suerte. Por ejemplo ante un fracaso amoroso la pesimista dirá “estoy vieja, arrugada, celulítica y no me quiere nadie”, la optimista pensará “estoy divina de la muerte, él se lo pierde” y se pondrá esa maravillosa camiseta en la que se lee: si el amor te da la espalda tócale el culo.
Añadimos a nuestra fórmula los pequeños placeres que nos protegen de la ansiedad que nos provocan las contrariedades. Khalil Gibran escribe: “en el goce de las pequeñas cosas, el corazón se refresca y se renueva”. Hay que hacerle hueco a la paella con las amistades, al libro de poesía, a la música tumbada en el sillón… y siempre con el convencimiento de que es un regalo que me hago a mí misma porque me lo merezco.
Sumamos a la pócima el poder protector del sentido del humor. Su función primordial es aliviarnos la tensión emocional y descargar la inseguridad. Actúa como un purgante psicológico que nos libera de obsesiones destructivas. Su gran virtud es que nos alegra la vida y la alarga. Por eso es importante que creemos espacios en los que nos podamos reír a mandíbula batiente o por lo menos que aprendamos a sonreír.
Otro ingrediente que añadir a nuestro cóctel es la capacidad de diversificar las parcelas de felicidad como hacen los grandes inversores de capital, que no colocan todo su dinero en un solo negocio. Compartimentar las parcelas de las que extraemos nuestra felicidad nos protege de los cambios negativos. Por eso la pareja no debe ser incompatible con las amistades, así cualquier ruptura será menos devastadora.
El último ingrediente consiste en mirar el futuro con esperanza. Modera nuestras ansiedades, amortigua los desengaños y hace más llevaderas las cargas que nos impone la vida. De hecho es el remedio más eficaz para afrontar el dolor espiritual. Me imagino que por eso surgió de la caja de Pandora junto con los males que Zeus guardó en ella para castigar a los mortales por los conocimientos que Prometeo les había dado.
14 de marzo de 2006.
Se dice que las mujeres mayores nos volvemos invisibles. ¿Para quién? Nos vemos cada día, nuestras familias nos ven, o no nos buscarían para que les saquemos de más de un apuro… Luego solo somos invisibles para los hombres. ¿Es necesario que nos miremos en el espejo de los ojos de un varón para poder sentirnos bien? Estoy convencida de que esa es una trampa de la que debemos zafarnos cuanto antes, porque lo importante es que nos reconozcamos en nosotras mismas, que seamos atractivas para nuestro propio corazón, y capaces de sentirnos bien dependiendo solo de nuestro esfuerzo.
Para lograrlo es imprescindible enterrar los estereotipos que relacionan el hacerse mayor con perder capacidades. ¿Si queremos comer con fundamento a quien pediremos que cocine a una mujer de 20 años o la de 60?
El cardenal Spellman dijo: “Las edades del ser humano son: juventud, mediana edad y… tienes un aspecto maravilloso. Lógicamente no se refiere al físico de la modelo que tortura su cuerpo, sino a algo tan sutil como adquirir una personalidad atractiva.
Se me ocurre que para lograrlo debemos elaborar un cóctel. Advierto que la formula resultante deberemos verterla cada mañana en una copa, beberla con deleite y ser constantes en su consumo el resto de nuestras vidas.
El primer ingrediente es interés. Una persona con interés es una persona interesante. Todo cuanto ocurre a nuestro alrededor debe captar nuestra atención. Es importante ejercitar diariamente las facultades del alma: la memoria, el entendimiento, la voluntad, así como la capacidad para relacionarnos con los demás. Simone de Beauvoir recomendaba: fijarnos metas que den significado a nuestra existencia, dedicarnos a personas, grupos o causas; sumergirnos en el trabajo social, político, intelectual o artístico, participar de la vida de los demás a través del amor, de la amistad o de la compasión.
El segundo una disposición optimista. Las mujeres con este talante se adaptan mejor a los cambios que las que ven el lado negativo de las cosas. Debemos aplicar el viejo proverbio que dice “nada es verdad ni mentira, todo depende del color del cristal con que se mira”. Las optimistas para explicar las cosas, cuando son golpeadas por alguna adversidad, tienden a pensar que se trata de un inconveniente pasajero, que su impacto afecta a una faceta concreta y limitada de su vida, y que no es culpa de ellas sino una consecuencia de la mala suerte. Por ejemplo ante un fracaso amoroso la pesimista dirá “estoy vieja, arrugada, celulítica y no me quiere nadie”, la optimista pensará “estoy divina de la muerte, él se lo pierde” y se pondrá esa maravillosa camiseta en la que se lee: si el amor te da la espalda tócale el culo.
Añadimos a nuestra fórmula los pequeños placeres que nos protegen de la ansiedad que nos provocan las contrariedades. Khalil Gibran escribe: “en el goce de las pequeñas cosas, el corazón se refresca y se renueva”. Hay que hacerle hueco a la paella con las amistades, al libro de poesía, a la música tumbada en el sillón… y siempre con el convencimiento de que es un regalo que me hago a mí misma porque me lo merezco.
Sumamos a la pócima el poder protector del sentido del humor. Su función primordial es aliviarnos la tensión emocional y descargar la inseguridad. Actúa como un purgante psicológico que nos libera de obsesiones destructivas. Su gran virtud es que nos alegra la vida y la alarga. Por eso es importante que creemos espacios en los que nos podamos reír a mandíbula batiente o por lo menos que aprendamos a sonreír.
Otro ingrediente que añadir a nuestro cóctel es la capacidad de diversificar las parcelas de felicidad como hacen los grandes inversores de capital, que no colocan todo su dinero en un solo negocio. Compartimentar las parcelas de las que extraemos nuestra felicidad nos protege de los cambios negativos. Por eso la pareja no debe ser incompatible con las amistades, así cualquier ruptura será menos devastadora.
El último ingrediente consiste en mirar el futuro con esperanza. Modera nuestras ansiedades, amortigua los desengaños y hace más llevaderas las cargas que nos impone la vida. De hecho es el remedio más eficaz para afrontar el dolor espiritual. Me imagino que por eso surgió de la caja de Pandora junto con los males que Zeus guardó en ella para castigar a los mortales por los conocimientos que Prometeo les había dado.