domingo, 18 de mayo de 2008

La codicia corroe sus entrañas




























La codicia corroe sus entrañas.

14.5.2008

Estamos asistiendo impasibles a la agonía del que ha sido un edificio muy singular de nuestra ciudad, sin que se escuche una sola denuncia. Yo no quiero ser cómplice de esa muerte anunciada, por eso hoy desenvaino mi voz y mi pluma.
Acércate a la calle Ancha, localiza el número 21, y para verlo bien sitúate en la acera de enfrente. Estás ante una construcción del siglo XVIII. Perteneció a un importante comerciante de la ciudad llamado Anselmo García. En sus bajos hubo una ferretería. Mira detenidamente, y sobre todo escucha el silencioso gemido del que en otro tiempo fue la envidia del entorno. Llora porque le ha sido arrebatada la protección de su tejado, porque han destrozado el original guardapolvos con lunetos que lo coronaba, porque ahora son absolutamente vulnerables a las inclemencia meteorológicas los techos de madera policromada de sus habitaciones, llora porque se pudren las maderas talladas de sus puertas, porque la codicia le corroe las entrañas.
Este edificio tiene una característica que le hace especialmente interesante en el contexto de las fachadas de la ciudad, y es que la suya está esgrafiada.
El esgrafiado es una técnica decorativa por la que se trazan dibujos con punzón sobre una superficie preparada y estofada, levantando en algunos puntos la capa superficial y dejando así al descubierto el color subyacente.
Es una forma económica de lograr un resultado espectacular, porque se trabaja sobre muros de ladrillo sin revoque alguno. Se cubre toda la superficie con un hidrófugo constituido por arena y cemento, que sirve como aislante de la humedad, preservando al posterior esgrafiado de filtraciones del muro. Se cubre la superficie con las capas de color, que no es necesario que sean muy gruesas, se llaman "trepas" a las interiores y "contra trepas" a la capa exterior. Se disponen las trepas comenzando por la capa más oscura, luego el color más claro, para terminar con el blanco de cal, con lo que concluye la llamada fase de enlucido. Tras ella se inicia la de estarcido, sobre la última capa blanca sin peinar, se coloca el dibujo escogido, realizado en cartón a tamaño real, y se trasfiere al muro con un punzón, haciendo presión sobre las líneas del dibujo para señalar el revoque. Terminado el dibujo se inician las fases de corte y raspado, antes de que seque la capa blanca, se procede a cortar con una espátula todas las líneas del dibujo, teniendo en cuenta que el corte debe ser inclinado hasta ver aparecer el color de fondo y así irán apareciendo los colores en contraste.
Ciudades que son Patrimonio de la Humanidad, como Segovia, llevan a gala contar con gran número de bellísimas fachadas esgrafiadas, que además se convierten en una de sus señas de identidad.
Que yo sepa, solo hay dos edificios más en nuestra ciudad con fachadas esgrafiadas: la iglesia de la Concepción y la Casa de Don Adriano.
La iglesia de la Concepción se construye en la primera mitad del siglo XVII y en febrero de 1655, la abadesa doña Francisca Zambrana y Guzmán comunicaba al cabildo catedralicio la terminación de las obras, inaugurándose el día 1 de marzo con festejos populares y religiosos. Dos incendios, el primero en 1667 y el segundo en 1946, unidos a los desperfectos de la guerra de 1936, modificaron la fisonomía de la iglesia, por lo que no parece fácil fechar los esgrafiados de la fachada. Merece la pena detenerse en ellos. Son lujosas bandas sobrepuestas a los cajones de tapial que simulan labor de tupidos encajes, constituyen un decoración singular y excepcional en nuestro patrimonio. Si te fijas bien observarás que cada banda tiene una serie de color, en la primera se percibe perfectamente el rojo inglés que también abarca las circunferencias de las entradas de luz; sobre ella la trepa es azul, y se van alternando. Es fácil imaginar la belleza de esa sencilla fachada cuando el sol iluminase el contraste de colores. Según Carlos Asenjo se conservan restos de esgrafiado en el cuerpo de la cúpula, lo que puedes constatar mirando con atención, por lo que se puede suponer que toda la superficie de fachada debió lucir esta decoración.
La Casa de Don Adriano, en la calle Santa María del Buen Aire, es un edificio del siglo XIX, que toma su nombre del médico apellidado López Peña, quien la compró a la familia López de Hierro, terratenientes de Hernán Valle. La restauró y remodeló después de la guerra civil. Parece que la técnica del esgrafiado de la fachada es de ese tiempo. Sin duda los elementos decorativos que la conforman y el color, más atrevido que en los dos edificios anteriores, le proporciona gran personalidad.
Cuando los esgrafiados se están protegiendo en ciudades como Barcelona, Madrid, Florencia o Praga, los ciudadanos y ciudadanas de Guadix no podemos permitir que por ignorancia, o lo que es peor, por desidia, se destruya nuestro patrimonio. Quien tenga autoridad ya puede ponerse las pilas.