martes, 20 de mayo de 2008

Una reverencia al pueblo












Una reverencia al pueblo.
26 de julio de 2004.

Ahora que muchas personas están de vacaciones, han aprovechado unos días para volver a sus raíces, para reencontrarse con el paisaje de la comarca que en estos momentos luce esplendoroso con esa magnífica combinación de ocres y verdes que tanto me gustan y que soy capaz de ver con los ojos cerrados.
Es el momento perfecto para encontrarse con las antiguas amistades y volver a pasear por las calles de cada uno de nuestros pueblos. Dado que se dispone de mucho tiempo, yo propongo hacer un recorrido en la ciudad de Guadix visitando los arcos de que hacen gala algunos de nuestros barrios.
El mejor sitio para empezar el recorrido es la Plaza de la Constitución. Este espacio tan singular y característico, ha visto pasar cada segundo de la historia del pueblo, y también como se le iba bautizando con distintos nombres. Sus soportales, sus columnas y sus escudos nos susurran historias que en alguna ocasión han pasado a los libros en forma de novela o de poesía, y que la mayor parte de las veces solo ha pasado de boca en boca. Mientras nos tomamos un café en alguna de sus terrazas, bajo las sombrillas de colores, y saboreamos un delicioso “tocino de cielo” de la pastelería “La Oriental”, podemos detener la mirada y prestar atención a los arcos que dan acceso al recinto, esos donde realizan una reverencia de salutación al pueblo las vírgenes y los santos de la ciudad al salir en procesión. Pide que te cuenten como ha ido cambiando la fisonomía de este espacio, que te expliquen su función cuando era colonia romana, lo que fue de ella al llegar los árabes, como se configuró bajo el reinado de Isabel y Fernando. Que te describan como era la Fuente de la Mona que había en su centro y donde fue a parar. Que te digan como jugaban los niños a dar calambrazos a las zagalas cuando la presidía la farola que ahora está en San Miguel. Que te narren cómo pisaron su suelo el gran Dictador y después Su Majestad Juan Carlos I. Seguro que en la librería de Rosa Jurado encontraras algún texto que explique todo esto y mucho más.
Sal de este recinto hacia la catedral, encontrarás otra pastelería que acaban de inaugurar unos argentinos y que disponen de auténticas delicias. Toma el Paseo y busca el Arco de Palacio. Localiza las gárgolas que se pueden ver desde ahí, y observa el corredor que une la residencia del obispo con el templo. ¿A que no te costaría mucho trabajo imaginar una historia con intrigas palatinas y curas yendo y viniendo con sotanas y capas vaporosas que se elevan como consecuencia de un rápido caminar?¿A que incluso te parece ver la sombra de alguno de ellos tras los cristales?
Encamina tus pasos hacia la Plaza del Conde Luque y déjate caer hasta la calle San Miguel. Encontrarás el Arco de Mensafíes que, con ese sugerente nombre, da entrada al barrio mozárabe donde nació San Fandila, y evoca a los viejos accitanos que lucharon calladamente y con entereza por mantener la fe que el obispo Frodoario les ordenara conservar. Pero además encontrarás la huella de la bella Yamila, la joven cristiana a la que rondaba un poeta musulmán y que de los labios y los ojos de él recibió los más bellos versos que en la ciudad se han recitado.
Acércate al Torreón del Ferro y disfrutando de cuanto te rodea, llega al Arco de San Torcuato. Es un milagro que se mantenga en pie a pesar de la cantidad de problemas que ha generado. Es la puerta de entrada a la ciudad y la más entrañable para mí, porque la primera vez que llegue a Guadix este nombre me recordó mi tierra, en Celanova ya lo había escuchado.
Y terminaremos nuestro paseo acercándonos al barrio de Santa Ana. Allí, aferrado a sus recuerdos, el Arco de la Imagen levanta un tranco airado para intentar impedir, aunque sin conseguirlo, la profanación que supone el paso de los coches a las estrechas calles del barrio. Muy cerca está la panadería de Matilde, en la que se pueden degustar unos deliciosos roscos de concha, de naranja o de vino, que nos ayudaran a recuperar fuerzas para seguir disfrutando del nuestro paseo.