miércoles, 27 de agosto de 2008

Antonio Mira de Amescua.




Antonio Mira de Amescua.
Agosto de 2008

La ciudad de Guadix es cuna de personas tan interesante como Antonio Mira de Amescua, uno de los más extraordinarios dramaturgos del Siglo de Oro español. Se le honró dando su nombre al teatro sobre el que gira la vida cultural de los accitanos y accitanas.
Era bisnieto de Juan de Mira, uno de los conquistadores de la ciudad de Baza durante el reinado de los Reyes Católicos. En los repartimientos de tierras conquistadas, correspondieron a Juan, heredamientos en Guadix y en Baza, y residió en esta ciudad con su esposa Mariana Páez. Fue allí donde nació Antonio Mira, el abuelo de nuestro dramaturgo, que se avecindó en Guadix, se casó con Luisa Amescua y tuvo tres criaturas: Isabel, María y Melchor. Este último cambió sus apellidos siendo Amescua y Mira. Residió toda su vida en casa principal de la parroquia de Santiago de Guadix. Ejerció de regidor, de alcalde de aguas, de hermano de la Cofradía del Santísimo Sacramento y de alcalde ordinario en muchas ocasiones.
La madre de Mira se llamaba Beatriz de Torres y Heredia, a la que definen como joven de buen cuerpo, blanca y fresca. Al parecer era natural de Berja, se vino a vivir con unos tíos a la parroquia de San Miguel.
Melchor y Beatriz tuvieron relaciones amorosas, sin llegar a casarse nunca, a pesar de ser los dos solteros y sin que, en principio y que se sepa, hubiese obstáculos que impidiesen su unión. De ellas nació el autor accitano, probablemente el 17 de enero 1577, aunque no se tiene la certeza y sobre este dato hay múltiples y sesudas discusiones.
Antonio estudió Gramática en Guadix. Los continúa en Granada, con siete años y bajo el patrocinio del obispo de Guadix, de ello queda constancia en el documento que recoge la voluntad de su padre y sus tías de hacer frente a los gastos para conseguir que se ordene de tonsura, “acceda a corona”, y después continúe con la carrera eclesiástica. Tal y como él declara, parece que continuó sus estudios en Alcalá de 1587 a 1591, de donde regresa siendo bachiller para continuar estudios en Granada en donde se ordenará a la edad de dieciséis años.
En 1593, se le adjudica el beneficio de la parroquia de Santa Ana en Guadix, que había establecido Hernando de Briviesca con fondos de la herencia de Diego Hurtado de Mendoza.
Su formación en leyes parece que la lleva a cabo en Granada, durante los años 1594 a 1598, sin abandonar su ministerio en Guadix, como lo atestiguan una serie de gestiones que lleva a cabo para el obispo en la vecina ciudad de Baza. Sería seguramente en 1599 cuando viajó a Salamanca y se doctoró en Teología
En mayo de 1600, el obispo de Guadix lo nombra provisor de la ciudad de Baza y su partido con el mandato de solucionar una serie de problemas surgidos con el cabildo. Poco después en septiembre es nombrado teniente y alcalde mayor de la ciudad de Guadix por el regidor Fernando del Pulgar.
En 1601 recibe un duro golpe, durante la festividad del Corphus, su padre es asesinado en las puertas de la catedral, le asestaron varias estocadas, una de ella por la espalda que le “atravesaron las entretelas del corazón”. Afortunadamente la quedaba el amor de sus dos tías paternas, que le adoraban. Aunque le durará poco porque fallecerán en 1603 y en 1606, haciéndole heredero de todos los bienes de la familia.
La fecha de 1610 es importante porque marca la incorporación al mundo de la corte del accitano, ya que es de los pocos escritores seleccionados para acompañar al duque de Lemos a Nápoles. Su estancia allí está llena de incógnitas, las menciones a Mira son muy escuetas, como en las memorias de Diego Duque de Estrada, que lo sitúa como ecónomo de la diócesis de Tropea, ciudad de Calabria relativamente cercana a Nápoles.
En 1616 vuelve a Madrid con el conde de Lemos y comienza un largo pleito con la Capilla Real de Granada, ya que desde esta ciudad el obispo le acucia para que se incorpore a sus obligaciones y él se resiste, buscando el apoyo del Rey para una serie de permutas con otras capellanías que no logra cuajar. Pero sí consigue un nombramiento importante en 1619, el de capellán del infante cardenal D. Fernando de Austria. Mira.
Es en estos años, cuando se convierte en un nombre imprescindible en la vida cortesana, por el número de obras suyas estrenadas y su participación en los acontecimientos festivos y así lo encontramos citado en numerosas fuentes que recogen los acontecimientos importantes de la época, en los que participa, a veces como organizador, pero excepto en los documentos relacionados con la Capilla Real y algún pleito sobre su casa, son muy pocos los datos que nos dan noticia de su vida, quedando su faceta cortesana muy en la penumbra.
La vida de Mira da un brusco giro cuando, en 1631, solicita y consigue la permuta de su capellanía en Granada por una canonjía con el arcedianato en la Catedral de Guadix, este movimiento coincide con la salida de su señor, el Infante Cardenal D. Fernando, primero hacia Cataluña y posteriormente a Flandes, sin que sepamos las razones que llevan a Mira a no acompañarlo ni a quedarse en Madrid. Lo que sí queda claro es el corte radical con el ambiente cortesano y literario, ya que no aparece a partir de 1632 en ninguna de las relaciones sobre acontecimientos de la corte, como se puede ver en su ausencia en el elogio póstumo a Lope de Vega que organiza Montalbán, buen amigo suyo.
Cuando muere, el 8 de septiembre de 1644, se mantiene el mismo silencio y en Guadix, se pasa muy de puntillas sobre su muerte, en las actas del cabildo solo se la menciona cuando se procede a nombrar a su sucesor.
Se ha recuperado el interés por la obra de Mira de Amescua en el último tercio del siglo XX. En la Universidad de Granada el profesor Agustín de la Granja inició en los años ochenta, el “Aula Biblioteca Mira de Amescua”que tiene como objetivo la edición del teatro completo, del cual se han editado ya varios volúmenes, además de la realización de tesis doctorales y la celebración periódica de encuentros de especialistas en teatro del s. XVII, con lo que la bibliografía de Mira ha aumentado considerablemente y su revalorización también. Hasta el momento se han contabilizado sesenta y siete comedias escritas por este accitano ilustre, además escribe cuatro en colaboración con otros escritores como Calderón, Montalbán y Guillén de Castro.
Esta primavera se ha convocado el II Certamen Nacional de textos teatrales “Trofeo Antonio Mira de Amescua” por la Federación de Teatro de Andalucía Oriental (FTAO), con sede en Baza, en el que se establece un Primer premio a la mejor obra presentada de 2.000 euros y la publicación de la misma. También existe un en la provincia de Granada un Grupo teatral Mira de Amescua, que además de llevar el nombre de nuestro escritor cuenta en su repertorio con algunas de sus obras.
El único retrato que al parecer existió de Antonio Mira de Amescua lo pintó el mudo Heredia, según sabemos por unos versos de Lope de Vega, buenos amigo de Mira, en los que se refiere a la gran estatura del accitano:

“El divino pincel del mudo Heredia
(que entera no pudiera) al doctor Mira
de su figura retrató la media”

Lamentablemente desapareció y no tenemos nada. Pero como a mí me gusta que podamos reconocer por alguna imagen a quienes admiramos, he recurrido a la obra de otro guadijeño ilustre, también literato, y gran admirador de Amescua, Torcuato Tarrago y Mateos. Concretamente en “La caza de las Palomas”, obra que tiene como protagonista a Mira, y que se imprimió en 1857, hay unas ilustraciones litográficas realizadas por Urrabieta, con un programa informático he ampliado y coloreado el personaje que representa a nuestro protagonista, en dos momentos diferentes de su vida, para que podamos ponerle cara.