sábado, 9 de agosto de 2008

Los minutos y yo nos observamos.














Los minutos y yo nos observamos.
6.08.08

Estoy en la playa jugando con la blanca arena. Cojo en mi mano un puñado y la dejo caer lentamente...Me hace pensar en el paso de las horas, e imagino que mi mano es un reloj.
El reloj de arena es un instrumento mecánico que sirve para medir de manera visual el tiempo que transcurre desde el momento en que la arena comienza a caer del bulbo superior al inferior, hasta que termina de hacerlo, y sólo requiere de la energía potencial de la gravedad para funcionar. Aunque se cree que su uso es muy antiguo, no hay evidencias precisas sobre su origen. Hay quien afirma que en Roma se usaban durante la noche, o que lo inventó un monje francés para medir los tiempos de meditación. Pero la primera evidencia que tenemos está en una pintura de Ambrosio Lorenzetti que data del año 1338. Actualmente se utilizan con fines decorativos y para medir el tiempo en diversas actividades cotidianas como pueden ser una ducha, y algunos juegos de mesa incluyen pequeños relojes de arena. En informática, simboliza que el procesador está ocupado ejecutando en una orden. Y es el instrumento que más visiblemente representa el fluir constante del tiempo. Con el bulbo superior casi lleno de arena representa el inicio de la vida; con la arena a poco menos de la mitad en el bulbo inferior la edad adulta y con poca arena el bulbo superior la proximidad de la muerte.
Absorta en estos pensamientos fijo mi atención en la sombra que una pluma de gaviota hace sobre la arena e imagino un reloj de sol. Ese instrumento usado desde tiempos muy remotos con el fin de medir el paso del tiempo. El fundamento básico de este reloj se encuentra en el movimiento rotacional de nuestro planeta que, aunque no con absoluta exactitud, da una vuelta completa en veinticuatro horas, o sea que cada hora gira 15º. Vinieron a mi mente aquellos seres primitivos que fueron capaces de asociar el ciclo agrícola, del que dependía su supervivencia, con el de los cuerpos celestes y atribuyeron a los astros un poder extraordinario. Así, el Sol, regulador de la naturaleza y símbolo de vida, fue objeto de culto. Se pueden encontrar vestigios de ello en las más antiguas tradiciones populares: La Navidad, en el solsticio de invierno (día que la semilla comienza a germinar en el surco) que fue celebrado por los campesinos con fuegos y sacrificios para alimentar al Sol recién nacido. Y las hogueras de San Juan, que coinciden con el solsticio de verano, festejaban el triunfo y la madurez del Sol. Mas que la aplicación práctica para la agricultura, que debido a las fluctuaciones meteorológicas es más bien irregular en sus actividades, fueron esas festividades y ceremonias religiosas, que acompañaban a las actividades agrícolas, las que impulsaron la invención de calendarios y el estudio de la astronomía (había que ser muy estricto con el servicio a los dioses).
Vuelvo mi cabeza para contemplar el mar tan verde, tan tranquilo, tan limpio, y recuerdo que en el antiguo Egipto se usaban unos originales relojes de agua, a los que llamaban clepsidras (que bella palabra, tan rotunda en sí misma) que se usaban especialmente durante la noche, cuando los relojes de sol perdían su utilidad. Con estos relojes toma verdadero sentido la expresión “el tiempo fluye” Clepsidra proviene del vocablo latino clepsydra, que a su vez deriva del griego klepsydra, compuesta de hydro (agua) y klepto (yo robo). La idea es que el recipiente inferior roba el agua del superior. Los primeros relojes de agua consistieron en una vasija cerámica que contenía agua hasta cierto nivel, con un orificio en la base de un tamaño adecuado para asegurar la salida del líquido a una velocidad determinada y, por lo tanto, en un tiempo prefijado. El recipiente disponía en su interior de varias marcas de tal manera que el nivel de agua indicaba los diferentes periodos, tanto diarios como nocturnos. Se usaron en los tribunales atenienses para señalar el tiempo asignado a los oradores, y que el filósofo Platón inventó uno muy eficiente. Más tarde fueron introducidos en los tribunales de Roma, con el mismo fin, además se usaban en las campañas militares para señalar las guardias nocturnas. El reloj de agua egipcio, más o menos modificado, siguió siendo el instrumento más eficiente para medir el tiempo durante muchos siglos. Gracias a su estudio durante esa época se pudieron hacer nuevos avances en los relojes. Mi hermano, un profesor de instituto creativo y comprometido, ha fabricado una con sus alumnos y alumnas que es una auténtica maravilla.