viernes, 29 de agosto de 2008

En mis caderas se mecen las estrellas.



En mis caderas se mecen las estrellas.
26 de agosto de 2008.

El mundo pensado en masculino ha limitado muchos las oportunidades de las mujeres. Una de ellas es el disfrute del cuerpo. Los varones conocen desde siempre las enormes ventajas de sacarle partido y hasta edades avanzadas practican algún tipo de deporte. Sin embargo las mujeres lo abandonamos prácticamente cuando salimos del instituto. Por eso me parece tan importante que encontremos la manera de recuperar la satisfacción del uso de cada uno de nuestros músculos. Una opción muy interesante es el baile, aunque cuando se planifican actividades físico-deportivas no se suele pensar en esta opción.
La danza del vientre despierta un creciente interés, que ha llevado a la apertura de escuelas y a la aparición de numerosas y prestigiosas bailarinas. Y que nuevamente se incluye en la programación de actividades de la Feria 2008.
Está basada en la idea de continuidad, de fluidez, es por ello que predominan los movimientos suaves y ondulatorios, combinados con vibraciones cortas y rápidas, o bien, más grandes y marcadas. Es un baile en el que participa todo el cuerpo, aunque la mayor parte del movimiento se localiza en las caderas, los músculos abdominales y la pelvis. Se busca la disociación de movimientos, aprendiendo a aislar las distintas partes del cuerpo para crear distintas figuras y ritmos, que más tarde pueden ser combinados para construir diversas composiciones, como por ejemplo el símbolo del infinito que se describe con las caderas.
Muchos son los beneficios que se atribuyen a la práctica de este tipo de danza, tanto en el plano físico como en el mental. Quizá el hecho más destacable es que mediante la danza, es posible lograr una íntima conexión entre el cuerpo y la mente. Pero me gusta subrayar que conecta profundamente a la dama con su feminidad, ayudando de esta forma, al descubrimiento del placer de ser mujer. Es una danza muy sensual que desarrolla la elegancia del cuerpo.
Esta modalidad de baile oriental favorece la flexibilidad y la coordinación, y contribuye a conseguir una postura correcta. Mediante movimientos específicos de la región pélvica, abdominales y la respiración, se estimulan los órganos internos. Obtenemos resultados espectaculares sin necesidad de cirugía porque modela los brazos y las piernas, tonifica la piel; fortalece el vientre, disminuyendo su volumen; afina la silueta porque define la cintura; redondea y endurece las caderas y los glúteos. Pero además mejora la circulación sanguínea, reduce la presión sanguínea producida por stress, favorece un mejor rendimiento metabólico, y ayuda a disminuir los dolores menstruales. Se trabaja desde el interior, de forma que la belleza física nace no como un fin, sino como una consecuencia del equilibrio personal. Por eso está indicada para cualquier mujer, sea cual sea su edad y condiciones físicas, sin descartar embarazadas y menopausias. Tampoco se requiere una estructura corporal determinada, algo que si se exige en otros bailes como el street-dance o el ballet.
Al entrar en contacto con el cuerpo, a partir de esta expresión corporal, se produce un desbloqueo psicológico, que contribuye a despertar de la autoestima. La exploración interna que conlleva esta danza, ayuda a identificar qué parte de nosotras mismas rechazamos y con su práctica regular podemos vencer inhibiciones y aceptar nuestro cuerpo tal y como es. Los miedos desaparecen y obtenemos de manera progresiva confianza en nosotras mismas eliminando todo lo que no nos permite desarrollarnos y desenvolvernos de manera sencilla y natural. Durante el tiempo dedicado al baile, aprendemos a conocernos, porque mientras adquirimos la técnica de determinados movimientos, comprendemos que cada músculo esta bajo el control de nuestro cerebro. Nos ayuda a expresarnos con más libertad, de manera más positiva, sin complejos, culpas o miedos, despertando nuestro lado intuitivo, creativo, tierno, sensual ... el mundo exterior queda en un segundo plano y nuestro ser es invadido por una inmensa serenidad, segura consecuencia de la saturación de endorfinas y dopamina que el cuerpo libera con el ejercicio.
La danza del vientre está íntimamente ligada al cosmos femenino, porque considera el vientre de la mujer como sagrado, y sus movimientos divinos. Se dice que en nuestras caderas se mecen las estrellas porque la mujer es un microcosmos que representa todo el universo. Aunque también es verdad que ayuda a conseguir esa imagen el vistoso, reluciente y sonoro pañuelo de monedas que anudamos a las caderas.
Las asociaciones de mujeres tienen programada la actividad para este curso, por lo que te invito a que vivas tu propia experiencia con esta danza, y así descubrir la magia que albergas en tu cuerpo y en tu corazón.